miércoles, 15 de julio de 2009

METROPOLIS o cómo los alemanes llegaron a dominar el cine


Existe una barrera que todo cinéfilo o amante del buen cine debe pasar tarde o temprano. Me refiero al visionado de una película en blanco y negro. Sí, esas “aburridas de las de antes”. Si ese púber cinéfilo supiera la de maravillas que se pierde por no querer ir hacia lo oscuro... Y es que, como ya dijo Anakin Skywalker, la oscuridad es más divertida que la luz. Y ya que es difícil dar ese paso, no digamos el de ver películas donde no hay que escuchar, sino leer didascalias (los subtítulos son los hijos de éstas). Y es ahí a donde vamos a bajar en el día de hoy.

Del expresionismo alemán sólo he podido ver “El gabinete del doctor Caligari” (Rafa, deja de leer y ponte a verla ya) y ésta de la que voy a hablaros. “Metrópolis” es, quizás, la mejor película muda y una de las mejores de toda la historia. Decir esto es arriesgado, pero creo que no me equivoco si está en el top ten de todo buen amante cinematográfico que se precie de ello.

Como no puedo, quiero ni debo relatar spoilers (algo que oralmente sí que hago) diré que en la película hay una mezcla de épica, romance, propaganda política, literatura, ficción, crítica social y un largo etcétera. En ella se ve la visión pesimista del mundo y de la sociedad del futuro que el hombre siempre ha tenido y tendrá (ya sabéis: lo desconocido aterra), el ansia por ser igual que el Dios creador del hombre (de la mujer fue la costilla de Adán... o eso dicen), la plasmación visual de la “realidad perfecta” de todo régimen totalitario, los engaños y artimañas de las mujeres hacia los hombres (y que duren per saecula saeculorum), ...

Cuando la terminé de ver por primera vez inmediatamente pasé a un segundo visionado. Con sólo pensar en la escena del relevo de los trabajadores al son de la música (que, por cierto, se escuchaba en un piano que estaba junto a la pantalla de cine) uno está totalmente seguro de que está ante una obra maestra. Es increíble cómo esta película pudo ser realizada en 1927. Cuando veáis los escenarios, los cuales influyeron poderosamente en los de “Blade Runner”, “Minority Report”, “El quinto elemento” y todas de similar temática, os daréis cuenta de lo que os digo.

En cuanto a nombres propios, el primero que debe ser señalado a fuego y a luz es el de Fritz Lang, un señor que por desgracia fue mortal (veánse también “La mujer del cuadro”, “M el vampiro de Dusseldorf”, “Los sobornados”...). Como segundo plato, la pareja protagonista con mención especial a ella (Brigitte Helm) y la pedazo mirada a cámara que tiene. Espectacular baile con el dragón.

En fin, espero que os quitéis el corsé visual y auditivo y comprobéis que ya en los inicios de esto se hacían maravillas sin saber cómo. Espero que no os durmáis y ahí están los comentarios para darme los palos que veáis necesario.

Mario

P.D: este primer aporte va dedicado a dos germanófilos y a una alemana que es sevillana

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