El propósito de este comentario es ante todo daros señales de mi existencia, queridos amigos lúmpenes, así que por favor dejen de leer quienes esperen un comentario crítico cabal, o siquiera un comentario de aficionado, porque no van a encontrar ninguna de las dos cosas. Además, visto el entusiasmo, la capacidad y la buena hechura de los dos comentarios que preceden a este, yo me voy a limitar ahora y en lo sucesivo, muy humildemente, a daros un par de impresiones de las películas que vaya viendo.
En estos días belgas llevo vistas sólo dos; como una de ellas ha sido La naranja mecánica y no tengo huevos de comentarla, hablaré de la otra, cuyo título han traducido al castellano cargándose una referencia literaria y mucho del espíritu de la película, aunque tampoco es demasiado crimen, porque la película dista bastante, a mi entender, de ser una obra maestra.
Jim Carrey (y empenzado así promete poco, es cierto) descubre que su ex novia ha recurrido a un tratamiento médico para olvidar por completo su traumática relación con él. Despechado, decide someterse también él al mismo tratamiento, pero durante la noche en que los médicos están trabajando con él, dormido, se arrepiente en sueños e intenta impedirlo. Ah, la ex novia es la chica esta protagonista de Titanic, con un tinte de pelo naranja. Sólo diré lo siguiente: que si se tiene la paciencia de llegar al final se descubre que la estructura narrativa tiene su gracia; que durante toda la película se tiene la sensación de que hace un huevo de frío; que hay un par de fotografías bonitas. A mí me recordó bastante, váyase usted a saber por qué (por lo absurdo del desarrollo, supongo), a CÓMO SER JOHN MALKOVICH, con la diferencia de que Cómo ser John Malkovich me encantó y ésta me parece completamente prescindible...
Y ahí lo tenéis. Espero que la próxima película que vea me dé ganas de compartirla con vosotros con más entusiasmo. Un fuerte abrazo,
Pablo
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