miércoles, 25 de noviembre de 2009

LA NIEBLA o cómo tener más razón que Hobbes


A este paso va a haber que darle la razón a nuestro eminentísimo filólogo latino, gran amigo de Isaac Newton, cuando hace prevalecer las enseñanzas de las Atenas y Roma clásicas. Una vez más, debemos retrotraernos hasta allí, concretamente a la figura de Plauto, que más que comedias escribía verdades, cuando dijo en su Asinaria hace ya casi 22 siglos lo siguiente: “Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit” . Para los que no nos llamamos Pablo Toribio podríamos traducir como: “El lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro”. Más tarde, en el siglo XVII, un hijo de la Gran Bretaña (que afirmaría respecto a su nacimiento: "El miedo y yo nacimos gemelos", dado que su madre dio a luz de forma prematura por el terror que infundía la Armada Invencible española acercándose a costas británicas, Wikipedia dixit), un británico del siglo XVII decíamos, llamado Thomas Hobbes, condensó la aseveración plaútica (permíteseme el neologismo, por favor) en su obra Leviatán con el conocidísimo aforismo “Homo homini lupus”, id est, el hombre es un lobo para el hombre. Por último, otro coetáneo (o contemporáneo, son sinónimos) suyo, de nombre Francis y de apellido Bacon dijo que “Iustitiae debetur quod homo homini sit deus non lupus” o “A la justicia es debido que el hombre sea un dios para el hombre y no un lobo”.


Tras esta breve clase filosófica comencemos a hablar de La niebla, una película que es como un regalo, en donde lo mejor está dentro y no en el envoltorio (aunque haya personas que se esfuercen por embellecer lo de fuera ¿no es así, mamá?). Siguiendo con el símil, podría decirse que el papel de regalo competería a los diez primeros minutos de la película. Antes de abrir el paquete lo palpamos o incluso agitamos para (intentar) adivinar su contenido y como todo buen papel de regalo que se deje preciar, estos minutos sirven para dar dos pistas que repercutirán para mal en el resto del largometraje. Estas dos pistas son, a su vez, causa y consecuencia de todo lo que ocurrirá tanto fuera como dentro del supermercado. Y es que puede parecer raro que un simple e inofensivo supermercado sea el espacio principal de la película.


Una vez que el aparente trío protagonista (no hay que olvidar que es una película coral) entra a comprar, empieza el viaje en montaña rusa. La primera subida, la que va avisando de lo que espera, podría ser el conocimiento paulatino de los clientes y trabajadores que jugarán papeles más o menos importantes en la trama. Sin apenas tiempo de saber sus nombres, una primera bajada que es protagonizada por una niebla densa y oscura (aunque es blanca), empieza a apropiarse de la curiosidad del espectador. Desde este momento, la atención del heterogéneo grupo se centra por saber qué es eso que atemoriza y que, sin saber muy bien el porqué, les impide salir del supermercado (esta reacción me recuerda a la que hay en El ángel exterminador, de Luis Buñuel, y que, por supuesto, debéis ver). Es éste, el miedo a lo desconocido, el pilar madre sobre el que se sostiene la estructura del film. El miedo a lo desconocido, y a los desconocidos, que experimenta el hombre ante algo irresoluble es claramente mostrado por Frank Darabont, su director, cuando la de negro (en este caso, va de blanco) empieza a hacer de las suyas en cierto almacén trasero o en una huida estéril hacia lo desconocido.


Por el camino, poco a poco se dan a conocer mejor los personajes: sus vidas, sus miedos, sus deseos. Con ellos podría establecerse una división tripartita de los poderes que gobiernan toda sociedad “civilizada”: el judicial, con el abogado Brent Norton; el militar, con el trío de jóvenes soldados, que serán los que aporten la explicación de la situación (quizás uno de los pocos puntos débiles de la película); y, especialmente, el religioso, con la odiada Mrs. Carmody, personaje que merece una pequeña mención posterior. Aparte, está el pueblo llano, fácil de manipular y sojuzgar a medida que los problemas van en aumento y llega la tormenta.


Sin embargo, la que no aparece por ningún lado es la calma. Ni siquiera después de una noche ajetreada con unos bichos voladores. Porque con el día, el panorama anuncia tsunamis constantes que mantendrán sumergido al espectador cuando unos pocos se dan cuenta de que deben escapar irremediablemente de ese Infierno-Purgatorio-Paraíso en que se ha convertido el supermercado porque allí ya no se puede estar por culpa de Mrs. Carmody.


Por fin se llega al final de esta laguna Estigia, pero a Frank Darabont, como buen Caronte que ha sido, no se le ha pagado con el óbolo (en todo caso, la entrada o el DVD, o ni siquiera eso). Debido a ello, firma la escena final que firma, la cual para algunos será pretenciosa, facilona, exagerada e incluso previsible. Pues para el que escribe este comentario es todo lo contrario. Hay que tener bien puestas ciertas partes nobles para dar ese final, un temple que mantenga la tensión, que ya está a flor de piel de antes, para establecer esa situación que haga lo que se haga estará mal visto. Aderécese todo con una sublime canción como, por ejemplo, “The host of seraphin” de Dead can dance (curioso nombre y curiosa compatibilidad con la película), coautores también de otra gran banda sonora como es la de Gladiator (¡PÓNGANSE EN PIE! ¡AR!).


Con respecto al trabajo actoral hay que decir que el amigo Darabont hace que hasta el pétreo y risible Thomas Jane parezca lo que cree ser (un actor) y no se haga sus necesidades delante de la monstruosa Marcia Gay Harden, que es capaz de robar el protagonismo a la niebla, a los bichos, a la oscuridad y hasta a un señor de Maine que pasaba por allí. También merecen reconocimiento Toby Jones y Frances Sternhagen.


Bueno, me voy a dormir (la 1:06), no sin antes de revisionar (no sé por cuál vez) los 15 últimos minutos. Y para cerrar este comentario, volvamos a Hobbes. Porque cuando no hay guerras el hombre se aburre y busca en otros hombres y otras guerras la diversión. Para ello, se debe poseer un alto grado de egoísmo y buscar y lograr un primer enfrentamiento a pesar de que la sociedad intente subsistir en la convivencia. Una vez que consiga el duelo propuesto y existan dos bandos, la función puede comenzar. ¿Las armas? Todo se puede utilizar contra el enemigo: un kalashnikov, un crucifijo, un avión,... O lo más básico y a su vez lo más dañino: la palabra.


Mario


P.d: he leído por Internet que Franck Darabont quería hacer una película de 3 horas de duración y en blanco y negro. Aquí uno que la está buscando.




5 comentarios:

  1. Pedazo de friki! Al final me has hecho que la vuelva a ver! Voy a ver el final, que no lo había visto! Ahora que cuando lo vea. como me decepcione la primera en la espero la pagas tú!

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  2. Mario: No encuentro el link pa descargarla! Así que si me hicieras el favor de buscarlooooo...

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  3. ¿Qué no habias visto el final???????? ¿Y tú me has dicho que sí la has visto????? Pero, pero, pero, pero ¿QUÉ HACES HABLANDO DE ALGO QUE NO CONOCES COMPLETAMENTE????? Anda, anda, que ya te vale. Cuando la veas y escuches ese host of seraphin me vas a dar las gracias por abrirte los ojos. O me vas a dar tantas guantás como hay en el número del carnet...

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  4. Alguien me debe una cena en la espero!

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  5. http://www.megavideo.com/?v=7KB3DY24&confirmed=1
    Con ese vínculo debería funcionar para ver la película (inglés, subtítulos español); vaya, yo he puesto en google the mist online y me ha salido lo primero.
    Gracias al Mario por la propuesta y por su generosa (aunque muy velada y sutil :P) e inmerecida alusión a mi persona. Me acabo de ver la película, como colofón de una aburrida y lluviosa tarde de sábado belga, y si tuviera un revólver como el nota este lo utilizaría.
    Es imposible no acordarse de La guerra de los mundos (que, en mi incultura, yo conozco en la versión de Spielberg con, vaya por Dios, Tom Cruise): me gusta mucho más La guerra de los mundos, con su milagro "natural" del final incluido, más que esta, con demasiada exhibición de bichos asquerosos y demasiado cabrón el modo de terminar (que viene siendo el mismo final que La guerra de los mundos, pero con un protagonista más impaciente). Pero entretener entretiene, sin duda.
    Buena idea esta del blog, oye, efectivamente ...
    Pablo

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